La única forma decente de luchar contra la crisis es
procurar reducir la desigualdad. ¿De qué sirve que una renta per cápita de X
dólares si una cuarta parte de la población vive en la pobreza, otra cuarta
parte en la miseria y una tercera se tienta el cuerpo porque no sabe qué le
sucederá?
Las medidas tomadas contra la crisis acaso logren los
equívocos macro-índices económicos de hace dos años, pero poco repercutirán
beneficiosamente en la vida de la mayoría de las personas, que es lo que
importa. No se logrará un mínimo de vida digna y sin incertidumbres
socio-económicas para la mayoría de ciudadanos. Ni siquiera para una mayoría
simple.
El acierto del New Deal de Roosevelt fue aplicar una
reflexión keynesiana elemental: Hay más trabajadores que otras clases.
Reduzcamos la desigualdad, hagamos que los trabajadores estén lo mejor posible,
porque con salarios decentes, que les permitan una vida digna, todo el edificio
económico funciona. El New Deal supuso acabar con legiones de desempleados e
indigentes itinerantes. Fue una lucha contra la pobreza y contra la
desigualdad. Medidas contra la desigualdad son medidas efectivas contra las
crisis.
La actual crisis es fruto de un modo de entender la economía
y la distribución de riqueza: el neoliberalismo del mal llamado ‘consenso de
Washington’: Regular el gasto público en educación, salud y protección social
(en realidad, reducir); reforma tributaria (disminuir impuestos a los ricos);
políticas comerciales liberales (subvenciones y ayudas de los gobiernos de países
ricos a sus agricultores terratenientes); patente de corso a la inversión
extranjera; privatizar empresas públicas, desmontar lo público; ninguna regla
ni control para el mundo financiero… El resultado ha sido un obsceno incremento
de pobreza y desigualdad.
Y ahora, algunas medidas contra la crisis (sobre todo en
Europa) se empecinan en el modelo de desarrollo que nos ha conducido a ésta.
Ayudar con mucho dinero de todos al conglomerado industrial automovilístico,
por ejemplo, es más de lo mismo. De los macro-esfuerzos del Estado para
reflotar bancos sin pedirles responsabilidades anteriores ni controlarlos de
modo que sientan el aliento de los gobiernos en el cogote, mejor ni hablamos.
Sin voluntad de reducir la desigualdad por encima de todo, tampoco saldremos de
ésta.
A provisto de la desigualdad, el ex jugador y entrenador de
fútbol Johan Cruyff ha dicho sobre unos escandalosos fichajes de futbolistas
por el Real Madrid: “Nadie vale lo que ha pagado el Madrid por Cristiano
Ronaldo”. Fútbol aparte, nadie vale la enormidad que cobran ejecutivos y
directivos de banca, sector del automóvil y empresas transnacionales; nadie
rinde tanto para cobrar tales fortunas.
Y los ministros de economía del G-8 diagnostican que parece
apuntar cierta estabilización en la situación económica mundial. Pero la salida
de la crisis es incierta. “Aún si la producción remonta, el paro puede crecer”,
han dicho. Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional,
ha asegurado que el desempleo aumentará como mínimo hasta los primeros meses de
2011.
Si la salida de la crisis es incierta y se destruye empleo
durante dos años o más, ¿quién se beneficia del dinero público contra la
crisis? En España, por ejemplo, la banca, que ha tenido beneficios y continuará
teniéndolos, mientras el gobernador del Banco Central español augura que
aumentará el paro, el más alto de la Unión Europea. Pero los bancos españoles
dan créditos a empresas con cuentagotas. Por cierto, la concesión cicatera de
créditos genera el cierre o reajuste de empresas. Y aumenta de desempleo. ¿Esto
es luchar contra la crisis?
Habrá que coincidir con el profesor de la Universidad
Autónoma de Madrid, Carlos Taibo, que “el crecimiento económico no genera
cohesión social, provoca agresiones medioambientales a menudo irreversibles y
propicia agotar recursos de los que no dispondrán generaciones venideras; por
tanto, es urgente buscar otros horizontes”.
El último informe de Amnistía Internacional asegura que “la
pobreza no es inevitable, y es causa y consecuencia de violaciones de derechos
humanos. Un planteamiento para erradicar la pobreza, centrado sólo en el
crecimiento económico, es insostenible e inútil. La crisis en la que vivimos ha
condenado a la pobreza a 100 millones de personas más, demostrando cuan frágiles
son los beneficios basados únicamente en el crecimiento económico”.
Quizás ya sea tiempo de cambiar de rumbo, de dar un golpe de
timón.
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Xavier Caño Tamayo es escritor y periodista. Forma parte del
Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) es un servicio de información
gratuito de la ONG Solidarios a los medios de comunicación de América Latina,
EE.UU. y España. Este texto ha sido cedido gentilmente por José Carlos García
Fajardo, Profesor Emérito de la UCM y Director del CCS para su publicación en
la Red Pensar de Nuevo.
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