Río de Janeiro, 20 jun (PL) La llamada economía verde es uno de los temas
más polémico de los presentados para la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), principalmente por su trasfondo, lleno
de tonos grises. Tras largas discusiones, estará en la agenda de los jefes de
Estado y Gobierno presentes en la reunión que en ese nivel comenzará mañana
miércoles en esta ciudad.
La actual crisis financiera, originada
por los países capitalistas, y extendida por casi todo el planeta, demuestra
que el funcionamiento de la economía neoliberal no es una opción.
Las naciones desarrolladas pretenden
imponer lo que consideran una propuesta alternativa que, en opinión de
críticos, se trata en realidad de un negocio sostenible.
El nuevo paradigma, según Brian
Milani, autor de Designing the Green Economy (Diseñando la economía verde),
debe instaurar la democracia directa, satisfacer las necesidades de todos y
armonizar la actividad humana con la naturaleza.
Sin embargo, tal idea se contrapone
con el modelo económico imperante en el mundo, basado en el consumismo, y por
tanto un depredador voraz de los recursos naturales.
Para el economista argentino Eduardo
Fenoglio, este concepto no es más que un mero maquillaje para disfrazar su
verdadero cometido, lograr el anhelado "laissez faire, laissez
passer" (dejad hacer, dejad pasar).
Los poderosos basan su estrategia en
el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), el cual
considera que la economía verde debe mejorar el bienestar del ser humano y la
equidad social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales.
El programa también habla de una
economía baja en el uso de combustibles fósiles y socialmente incluyentes.
Pero como muchos analistas demuestran,
no hay nada de verde, más allá del color de los dólares que esperan ganar
aquellos que la promueven.
Lo cierto es que la ofensiva del
capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes
comunes tiene en la economía verde a su máximo exponente.
Una de las estrategias del capital
para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y
convertir "lo vivo" en mercancía.
Como apunta Fenoglio, es una
herramienta de la oligarquía internacional que intenta imponer como receta de
felicidad absoluta, pero que, oculto bajo su aparente cándido ropaje, sólo
sirve para profundizar los procesos de exclusión que generan mas desigualdad,
más pobreza y más hambre.
Aunque la iniciativa del Pnuma
plantea que la actual crisis ofrece la oportunidad para reencaminar la economía
mundial por el sendero del desarrollo sustentable, ningún documento del
organismo contiene un análisis serio sobre los orígenes y naturaleza de la
misma.
En Río+20 los poderosos buscan crear
un nuevo gobierno medioambiental internacional que consolide la
mercantilización de la naturaleza y despeje el camino a las empresas
transnacionales para apropiarse de los recursos naturales, legitimando
prácticas de robo y usurpación.
De ahí la oposición de muchos, como
el Grupo de los 77 (países en desarrollo) más China, quienes abandonaron la
discusión sobe el tema, por no lograr consenso con las naciones más ricas.
Las políticas neoliberales fomentan
el crecimiento sin límites y el beneficio a corto plazo, agudizando el cambio
climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
Traen aparejado más problemas para
el planeta y en especial para el hombre, que ve amenazada su existencia, como
apuntó el líder de la Revolución cubana Fidel Castro en la primera Cumbre de la
Tierra, celebrada en Río en 1992.
Estos también son los temas de
debate en la Cumbre de los Pueblos, reunión alternativa que busca llevar
propuestas de justicia social y ambiental a la Conferencia de Río+20.
En este escenario, los movimientos
sociales denuncian a los países que generan mayor contaminación, causantes
reales del deterioro ambiental y socioeconómico.
Los asistentes a esta Cumbre social
abogan por la producción sustentable, a partir de los bienes y servicios que la
naturaleza ofrece gratuitamente, respetando el alcance y los límites de cada
región.
Así mismo, plantean una distribución
equitativa de los frutos alcanzados, pensando en los derechos de las
generaciones futuras y en los demás seres vivos, algo que se acerca más a lo
que sería una verdadera economía verde.
La viceministra de Relaciones
Exteriores de Venezuela para América del Norte, Claudia Salerno, considera que
es posible poner en marcha la llamada economía verde, pero es necesario lograr
transformaciones en el mundo que pasan por cambiar el sistema.
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